domingo, 17 de abril de 2011

11 DE ABRIL DE 2002, A 9 AÑOS DE UNA MASACRE.



Caracas, Venezuela, 11 de abril de 2002, nuestro país fue víctima del odio y el rencor, fue víctima del resentimiento del máximo jefe del Estado Hugo Chávez. Para aquel entonces yo era estudiante de secundaria y desconocía de muchas cosas de la realidad político social venezolana.

Desde que Chávez llegara al poder en 1.999 se institucionalizó el irrespeto por todo lo establecido, y lo emotivo… “lo emocional” se antepuso a la razón y la sindéresis. La violencia política, la intolerancia con los medios críticos y la flexibilización de las leyes con una “legitimidad” aparente por la “expresión del pueblo” en un record de elecciones que se suscitaron desde el 99 y 2001, sirvieron la mesa para el caldo del cultivo que alcanzó su punto más alto a mediados de abril de 2002.

A Raíz de la convocatoria a un paro nacional indefinido por parte de la Confederación Nacional de trabajadores y Fedecamaras en representación de las empresas privadas y con el apoyo de cientos de miles de personas en todo el territorio nacional, el 11 de abril de 2002 según cifras más de un millón y medio de personas marcharon desde todas las zonas de Caracas, en un ambiente de alegría hacia el Palacio de gobierno (Mira flores). En situaciones normales por dichos del mismo presidente todos los venezolanos podían acercarse al Palacio Salvo ese día, donde de una forma improvisada para responder a la oposición se hizo un llamado a los seguidores de Hugo Chávez para que fuesen a respaldar a la “revolución”.




¿De que forma fue respaldada la revolución?






Con insultos, odio y balas.


3.45 PM Cadena nacional, donde se anuncia que los canales en señal abierta (venevisión, RCTV y televen) estaban fuera del aire, la razón no era otra sino la de ocultar lo que realmente estaba pasando en las calles con el pueblo que se acercó a la casa de gobierno a exigir el respeto por la meritocracia y la dignidad de los venezolanos y que pese a la Cadena de radio y televisión los canales antes mencionados partieron sus pantallas para que el mundo supiera que estaban Asesinando a la gente Mientras Chávez hablaba. Sin embargo y con una calma que rallaba en el cinismo el primer mandatario nacional durante el desarrollo de su alocución llamaba a la paz y repetía incansablemente como si se lo quisiera creer “aquí hay normalidad en todo el país”.




19 fallecidos y más de 200 heridos, fue el saldo de aquel fatídico 11 de abril. Marco la huella más tangible de la división que se había asentado en la patria. Definitivamente aunque la “revolución” con una chequera interminable se encargo de producir una matriz de opinión de que había sido un golpe, eso jamás sucedió. Existió un vacío de poder debido al pronunciamiento que los altos mandos militares realizaron luego de ver la masacre que habían sufrido los manifestantes. El general y comandante de la Guardia Nacional Carlos Alfonso Martínez; el vicealmirante Héctor Ramírez Pérez, Inspector general de la Armada; el general Luís Camacho Kairuz, viceministro de seguridad ciudadana y el comandante del ejército, general Efraín Vásquez Velasco, quien dijo que no seguiría la línea del gobierno.




Han pasado 9 años y la impunidad es la única verdad, existe la suficiente documentación en audio, video y fotografía que Hugo Chávez fue quien mando a la fuerza armada a las calles y como no obedecieron su orden para matar a la gente, son golpistas. Los únicos detenidos contradictoriamente no son los pistoleros de Puente Llaguno sino los que en aquellos días evitaron mayores consecuencias para las vidas de el grueso de los marchistas. Iván Simonovis, Henry Vivas y Lázaro Forero, condenados a penas máximas (30 años de prisión), y al menos ocho funcionarios de la Policía Metropolitana (PM), sentenciados a 16 años de cárcel. La realidad fue clara y lo sigue siendo a través de los años… jamás debe repetirse una situación como esa pero estamos conscientes aquellos que anhelamos la libertad que irremediablemente más tarde que temprano volverá a suceder

Fragmento Carta publica del Comisario Ivan Simonovis:

El día 22 de Junio de 1922 en Berlín, un grupo de fanáticos nacionalistas asesinaron a Walter Ratherau, quien para entonces se desempeñaba como Ministro de Relaciones Exteriores del gobierno Alemán. Ratherau había logrado romper el aislamiento diplomático y contribuido a una acelerada recuperación de la economía germana, sin embargo sobre él pendía la espada de Damocles, ya que para un grupo de alemanes no era más que un odioso judío y por esta simple razón fue asesinado. Irónicamente 11 años después, los nazis erigieron un monumento en sitio donde fue asesinado. Simbólicamente se colocó una estrella, el cinismo de este recordatorio no era para inmortalizar a Ratherau como víctima de injusticia, todo lo contrario, era en memoria de sus asesinos. Cualquier parecido con la historia contemporánea venezolana, es pura casualidad.



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